HISTORIA DE VIDA
#FundacionDeLaManoDeDios
PSIC. KARINA BLANCO
Fundadora y CEO
Psicóloga y madre de un menor en condición de discapacidad (TEA), quien por amor a la familia y a su profesión, hace parte de la iniciativa y creación, de la fundación Centro de Aprendizaje de la Mano de Dios. Profesional con larga trayectoria en el campo de la Psicología.
T.P
Marta Cortés
Madre de joven con (TEA)
Andrés, estaba en séptimo de bachillerato cuando recibió el diagnóstico oficial de trastorno generalizado del desarrollo no especificado de otra manera (PDD-NOS, por sus siglas en inglés) si bien se sentía “diferente” desde que era pequeño. A medida que fue creciendo, luchó con algunos de los desafíos que vienen con este TEA, como las dificultades del habla, de comunicación, la sensibilidad a los sonidos fuertes y la socialización entre otros problemas relacionados con el diagnostico. También tuvo que luchar con el acoso escolar debido a sus diferencias. Afortunadamente, siempre estuvimos fuertes y estábamos ahí para él.
Olga Rodriguez
Madre de niño con (TEA)
Para Olga, cuando su hijo Mateo nació, sintió que algo “raro” pasaba con él. Cuando era apenas un bebé, nunca miraba a los ojos (contacto visual). Y, cuando tenía un año y seis meses, no mostraba ningún interés por andar ni hablar, y nunca llamaba ni a su “mamá” ni su “papá”.
La noticia de que su hijo de tres años tenía autismo fue una verdadera conmoción para Olga y su familia. Como muchos otros padres cuyos hijos reciben el mismo diagnóstico, se dejaron dominar por la rabia, el miedo y la incertidumbre sobre el futuro de su pequeño. Ahora, solo un año después del diagnóstico, están muy agradecidos por haberlo recibido. Sin ese diagnóstico, dice Olga, habría ido pasando de médico en médico, sin recibir el cuidado y tratamiento que tanto necesitaba Mateo. Tras solo unos pocos meses de tratamiento, ha hecho grandes progresos y está aprendiendo cada día más y más.
Ricardo Bejarano
Padre de niña con síndrome de Down
Valentina, llegó a nuestras vidas a darnos un vuelco, por dos razones: venía al mundo y además tenía síndrome de Down. “Nos derrumbamos, lloramos, pensamos que ya nunca volveríamos a ser felices”, recuerda.
Cuando nació Valentina empecé a indagar en su futuro, en qué necesitaría, qué podía hacer por ella. Supe que empezaría una aventura que Dios y la vida nos había permitido vivir. Una aventura llena de retos, de dificultades pero también de alegrías y risas. Me di cuenta que el nivel de desconocimiento sobre las personas con Síndrome de Down era enorme. Me pongo como ejemplo, pues antes de vivir esto con mi hija yo tampoco sabía de todas las capacidades que las personas con Síndrome de Down tienen si se les da la oportunidad.
Aprendí que estas personas son capaces de lograr mucho. Que pueden hablar, expresarse, casarse y formar una familia. Que pueden llegar a ser autónomas e independientes. Qué pueden aprender e incluso obtener una carrera universitaria. Que aprenden de forma más lenta pero lo logran con ayuda y perseverancia. Todo esto me dio gran esperanza.